vivimos en nuestro arciprestazgo, una fiesta de comunión y misión
VIGILIA DE LA LUZ EN O BARCO DE VALDEORRAS
Reposando el corazón, en una lluviosa tarde de domingo, me vienen al recuerdo los dulces ecos de la vigilia que vivimos en nuestro arciprestazgo del Barco de Valdeorras, la noche del 23 de octubre, con motivo del DOMUND.
Los sacerdotes del arciprestazgo, en comunión fraterna, acompañados por el delegado diocesano de misiones, llegamos al altar, tras una procesión simbólica, al son de las notas musicales de un coro “arciprestal” creado para la ocasión.
En un lugar reservado, de la iglesia de Santa Rita, el grupo de “Misioneras con María” que llevan a cabo proyectos solidarios, en otro los jóvenes del arciprestazgo que participaron en la Jornada Mundial de la Juventud el pasado agosto en Madrid, y en otro los agentes pastorales que acogieron el envío de nuestro Obispo aquel gozoso 18 de junio de 2010 y continúan su proceso de formación cristiana mientras presiden la celebración de la Palabra y reparten la comunión todos los domingos en las parroquias en las que no hay Eucaristía para vivir el día del Señor.
Y detrás el resto de fieles venidos de todo el arciprestazgo para celebrar la llamada que Jesús nos ha hecho a todos los bautizados a participar corresponsablemente en la misión de la Iglesia.
“Somos misioneros, tenemos una misión, queremos ver el mundo lleno de amor,” … ¡Qué hermosa melodía, qué tiernas voces, y qué profunda certeza, ésta, que sembrada por Jesús en el corazón de sus seguidores y despertada del letargo por el Concilio Vaticano II, se siente hoy con más fuerza que nunca en el seno de la Iglesia. Desde la comunión fraterna, la formación cristiana, la celebración de la fe y el servicio de la caridad, como si fueran cuatro patas de una mesa, todos los bautizados hemos de sentir la llamada de Cristo a vivir el compromiso de la evangelización, que por iniciativa del beato Juan Pablo II y a impulso de nuestro Papa Benedicto XVI es nueva en ardor, en métodos, en lenguaje.
El ritmo de la celebración fue ágil, ameno, festivo; invitaba a la reflexión y al recogimiento. La proclamación de la Palabra de Dios puso luz y orientación para nuestras vidas. La visualización de gestos, imágenes, vivencias de la Jornada Mundial de la juventud nos regaló un hermoso momento de alegría y entusiasmo. Los testimonios ofrecidos por un miembro del grupo “misioneras con María”, por un joven que participó en la JMJ de Madrid y por un agente pastoral que preside celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, nos ofreció, desde el contagio, la alegría de la fe, de formar parte de esta Iglesia de Cristo, de ser misioneros con nuestra vida.
Y en el centro, en el centro de nuestra celebración y de nuestra vida la presencia sacramentada de Cristo, expuesto para la adoración y la experiencia de su amor desbordante y misericordioso, que nos transforma e hijos de Dios y hermanos todos, sin distinción alguna.
Sentido éste de la comunión fraterna que pudimos palpar después, gracias a la generosidad de las hermanas y otras mujeres de la parroquia que prepararon un apetitoso chocolate con su ración de churros calentitos.
Todo lo vivido aquel día fue la mejor expresión de lo que significa DOMUND, desde el compartir, y el orar, especialmente por los misioneros diocesanos que en otros países desgastan su vida por los hombres y mujeres a los que llevan el Evangelio proclamado y encarnado.
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